Gobernar en Cristo: Un Estilo de Vida
- Yonathan Lara
- 5 nov
- 8 Min. de lectura
En Cristo, gobernar no es dominar, sino vivir en plenitud lo que ya se nos ha concedido.
Introducción: el llamado a gobernar desde la vida cotidiana
La Biblia nos enseña que gobernar no es una idea abstracta ni un concepto reservado a los poderosos de este mundo. Gobernar, desde la perspectiva del Reino de Dios, es un estilo de vida. Es una manera de vivir que comienza en lo más sencillo y cotidiano: desde el momento en que abrimos los ojos por la mañana hasta el instante en que los cerramos al final del día. No se trata de ocupar un cargo político ni de ejercer control sobre otros, sino de administrar fielmente lo que Dios ya nos ha concedido en Cristo.
El apóstol Pedro lo expresa con contundencia en
2 Pedro 1:3: “Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”.
La Escritura no dice que Dios nos dará en el futuro, sino que ya nos ha concedido. Esto cambia radicalmente la manera en que entendemos el gobierno espiritual. Gobernar no es esperar pasivamente que las bendiciones desciendan; es asumir activamente nuestra posición en Cristo y vivir desde esa herencia.
Muchos creyentes siguen atrapados en una mentalidad pasiva. Piensan que algún día Dios hará algo, que en el futuro llegarán las respuestas, que en otra temporada se manifestará la bendición. Sin embargo, el Nuevo Pacto nos enseña que en Cristo ya hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual (Efesios 1:3). El desafío no es recibir algo nuevo, sino aprender a gobernar lo que ya se nos concedió. Este gobierno se convierte en un estilo de vida que transforma cómo pensamos, cómo oramos, cómo actuamos y cómo nos relacionamos con el mundo.
Gobernar lo concedido por Dios
La primera clave para entender el gobierno en Cristo es reconocer que ya hemos recibido todo lo necesario. Pedro nos recuerda que “todas las cosas” nos han sido concedidas. Esto incluye provisión espiritual, recursos de gracia, autoridad en el nombre de Jesús, la presencia del Espíritu Santo, dones para edificar y la certeza de un propósito eterno. Nada falta en el depósito de la herencia. Lo que muchas veces falta es revelación y ejercicio de fe para manifestarlo.
Gobernar lo concedido significa asumir la responsabilidad de administrar esa herencia. Así como un heredero debe madurar para tomar posesión de lo que le pertenece, nosotros necesitamos crecer espiritualmente para manifestar lo que ya es nuestro en Cristo. Esto implica reconocer que nuestra vida no está a merced del azar ni de las circunstancias, sino bajo el señorío de Cristo. Gobernar es ejercer autoridad sobre nuestros pensamientos, emociones y decisiones, alineándolos con la verdad de Dios.
Cuando un creyente no gobierna lo concedido, vive como alguien que tiene un tesoro pero no lo usa. La herencia se convierte en letra muerta si no es activada por la fe. Pero cuando entendemos que todo ya nos ha sido dado, dejamos de orar como mendigos y comenzamos a orar como hijos que agradecen y administran. Dejamos de vivir desde la carencia y empezamos a vivir desde la abundancia de Cristo.
Reforma del pensamiento
Para gobernar en Cristo es necesario reformar nuestro pensamiento. No se puede ejercer autoridad con una mentalidad pasiva. La transformación comienza en la mente.
Pablo lo afirma en Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Muchos creen que gobernar es cuestión de esfuerzo externo, pero todo comienza en el interior. Si seguimos pensando que somos víctimas de las circunstancias, nunca podremos vivir como hijos que gobiernan. El cambio de mentalidad es pasar de la espera pasiva a la acción consciente en Cristo. No oramos para que Dios haga lo que ya hizo; oramos para que lo que ya está hecho en el cielo se manifieste en la tierra.
Esta reforma del pensamiento es crucial porque vivimos en una cultura que nos entrena para la pasividad espiritual. Se nos enseña a depender de experiencias externas, a esperar señales extraordinarias, a buscar soluciones mágicas. Pero el Evangelio nos invita a madurar, a asumir responsabilidad, a vivir conscientes de la herencia ya otorgada. Gobernar comienza cuando dejamos de pensar como siervos temerosos y comenzamos a pensar como hijos adoptivos con plena herencia.
El proceso creativo de Dios
Cuando observamos la creación, descubrimos un patrón que nos enseña cómo gobernar. Dios no creó de manera improvisada. Todo siguió un proceso: primero pensó, luego habló, después determinó y finalmente ejecutó. Génesis 1 nos muestra a un Dios que crea orden a partir del caos mediante su Palabra. Cada acto creativo comienza con “dijo Dios” y culmina con “y fue así”.
Este proceso también se refleja en nuestra vida como creyentes. Fuimos pensados por Dios antes de la fundación del mundo, escogidos en Cristo para ser santos y sin mancha (Efesios 1:4). Luego fuimos confirmados mediante el sacrificio del Hijo, determinados por su propósito eterno y ejecutados en la realidad a través de la obra del Espíritu Santo.
Entender este proceso nos ayuda a gobernar. Gobernar no es actuar de manera impulsiva, sino seguir la secuencia divina: pensar conforme a la mente de Cristo, hablar conforme a su Palabra, determinar conforme a su propósito y ejecutar en obediencia. Este estilo de vida refleja el carácter de Dios y nos permite administrar nuestras vidas en coherencia con su diseño.
Gobernar con la mente de Cristo
El apóstol Pablo declara en 1 Corintios 2:16: “Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”. Esta afirmación no es una metáfora poética, es una realidad espiritual. Al recibir a Cristo, no solo recibimos perdón de pecados, sino también acceso a su mente. Esto significa que podemos ver las cosas desde su perspectiva, comprender su voluntad y discernir lo que agrada al Padre.
Gobernar con la mente de Cristo implica alinear nuestros pensamientos con los suyos. Significa dejar de pensar desde el miedo o la escasez y empezar a pensar desde la fe y la plenitud. La mente de Cristo no se deja atrapar por la ansiedad, porque descansa en la soberanía de Dios. No se deja seducir por el orgullo, porque vive en humildad. No se deja llevar por la desesperanza, porque siempre ve la victoria del Padre.
En la práctica, gobernar con la mente de Cristo requiere disciplina. Significa llenar nuestra mente con la Palabra, meditar en sus promesas, rechazar los pensamientos que no provienen de Dios y reemplazarlos por la verdad. Cada pensamiento sometido a Cristo se convierte en una semilla de gobierno. Cada vez que elegimos pensar como Cristo, damos un paso más hacia vivir como Él.
La autoridad en Cristo
Gobernar en Cristo es ejercer la autoridad que se nos ha dado como hijos de Dios. Jesús, antes de ascender, declaró: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…” (Mateo 28:18–19). Su autoridad es total, y Él la comparte con su Iglesia. Esta autoridad no es para dominar a otros ni para buscar privilegios, sino para manifestar el Reino en nuestra realidad diaria.
La autoridad espiritual se ejerce en amor, servicio y humildad. No es gritar más fuerte ni imponer la voluntad personal, sino reflejar el carácter de Cristo en nuestras acciones. Jesús ejerció autoridad sobre demonios, enfermedades y tormentas, pero lo hizo siempre desde la compasión y el servicio. La verdadera autoridad se reconoce no por el poder de controlar, sino por la capacidad de liberar, sanar y restaurar.
Cuando entendemos esta autoridad, dejamos de vivir como víctimas. Ya no estamos a merced de los ataques del enemigo, porque tenemos autoridad en el nombre de Jesús. No dependemos de la opinión de otros, porque nuestra identidad está asegurada en el Hijo. No vivimos en temor, porque el que está en nosotros es mayor que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). Gobernar en Cristo significa vivir en la práctica de esa autoridad cada día.
La manifestación de lo concedido
Aunque todas las cosas ya nos han sido concedidas en Cristo, muchas aún no se manifiestan en nuestra realidad. Aquí entra en juego la fe. La fe es el puente entre lo concedido y lo manifestado.
Hebreos 11:1 lo define: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
No basta con saber que tenemos herencia; debemos tomar posesión de ella. Esto implica declarar la verdad de Dios sobre nuestras circunstancias, creer firmemente en sus promesas y actuar conforme a su Palabra. Cada paso de fe activa la manifestación.
Por ejemplo, si creemos que Dios nos ha dado paz, debemos decidir no vivir esclavizados por la ansiedad. Si creemos que nos ha dado provisión, debemos actuar con confianza en su cuidado, aun en tiempos de crisis. Si creemos que tenemos dones, debemos ponerlos al servicio de la comunidad. La manifestación no ocurre en la pasividad, sino en la obediencia activa.
Aplicación práctica: gobernar nuestras vidas
Gobernar en Cristo no es un concepto abstracto; es una práctica diaria que se refleja en áreas concretas de nuestra vida.
Algunas claves son:
Oración y declaración: comenzar cada día declarando la verdad de Dios sobre nuestras vidas y circunstancias. La oración no es un monólogo de quejas, sino un diálogo de fe donde proclamamos lo que el Padre ya ha concedido.
Palabra y revelación: estudiar la Biblia no como ritual, sino como fuente de revelación. Cada promesa descubierta es un recurso que nos capacita para gobernar. Cada verdad revelada es una herramienta para ejercer autoridad.
Fe y acción: la fe no se queda en teoría; requiere pasos concretos. Si creemos en la provisión, debemos actuar con generosidad. Si creemos en la sanidad, debemos caminar en hábitos saludables. La acción confirma la fe y la fe impulsa la acción.
Servicio y amor: gobernar no es controlar, sino servir. En cada área de influencia—familia, trabajo, iglesia, sociedad—somos llamados a reflejar el amor de Cristo. El gobierno espiritual se ejerce cuando servimos con humildad y compasión.
Conclusión: un estilo de vida de plenitud y propósito
Gobernar en Cristo es mucho más que un concepto teológico. Es un estilo de vida que transforma nuestra manera de vivir. Es reconocer que ya hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual, reformar nuestra mente para pensar como Cristo, seguir el proceso creativo de Dios, ejercer autoridad en amor y fe, y manifestar activamente lo concedido.
Este llamado no es para unos pocos líderes, sino para todo creyente. Cada hijo de Dios está invitado a vivir en gobierno. No como quien domina, sino como quien administra con fidelidad. No como quien busca poder, sino como quien refleja el carácter de Cristo.
El futuro de la Iglesia depende de cuántos hijos decidan dejar la pasividad y asumir este estilo de vida. El mundo no necesita más discursos de carencia, necesita ver comunidades que gobiernan en Cristo: personas que viven en paz en medio del caos, que manifiestan provisión en medio de la escasez, que irradian esperanza en medio de la desesperación.
Hoy es el día de comenzar a gobernar en Cristo. No esperes a mañana, no delegues en otros lo que te corresponde a vos. La herencia ya fue dada, la autoridad ya fue concedida, la victoria ya fue asegurada. Levantate cada día con la certeza de que gobernar en Cristo es tu llamado y tu privilegio. Y cuando lo hagas, tu vida será un testimonio viviente de que el Reino de Dios está presente, activo y transformador en cada rincón de este mundo.

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